La logopedia, como cualquier otra disciplina sanitaria, necesita realizar evaluaciones y estudios para determinar las dificultades que se presentan en peques y adultos para poder trazar un plan de intervención adecuado a la persona y sus circunstancias. Para ello, es necesario realizar un estudio del caso, con mayor o menor complejidad, que puede implicar la utilización de diferentes cuestionarios, protocolos o pruebas estandarizadas.
Si al llegar al hospital después de una caída, con mucho dolor en el brazo y dificultades para movilizarlo, el médico especialista no realizase ninguna observación o prueba nos extrañaría, ¿Por qué no es así con el habla, lenguaje o lectoescritura? En estos casos debe tenerse en cuenta componentes lingüísticos (fonética, fonología, léxica, semántica, morfosintaxis, pragmática), perfiles de comunicación y lectoescritura y cómo afecta en sus actividades y relaciones diarias.
En los casos infantiles debemos poner mucha atención al desarrollo del habla y el lenguaje, es imprescindible localizar las dificultades lingüísticas concretas del niño/a y cómo interfieren en el ambiente familiar y escolar. La evaluación nos aporta información más precisa que nos permite trazar vías de intervención adecuadas, de esta forma evitamos actuar a ciegas o mediante prueba y error.
En MEDRAR ofrecemos una atención individualizada, poniendo el foco en las dificultades e inquietudes de cada familia y elaborando un Plan de Intervención Individual que brinde atención global.
El proceso de evaluación se inicia con una primera entrevista con la familia, en la que se extrae información básica sobre el peque (datos personales, antecedentes, preocupaciones familiares), y datos o información de otros profesionales (informes).
Con toda esa información, se establece un plan de evaluación con las pruebas, escalas o test que se le pasarán al peque; de los que obtendremos datos objetivos de niveles en los que se encuentra y las dificultades o fortalezas en diferentes áreas del desarrollo. La evaluación puede complementarse con registros de observación o protocolos de índole similar.
El proceso de evaluación debe ser flexible, adaptándose no solo a los tiempos y necesidades de los peques, sino a las demandas del propio proceso. En ocasiones, es necesario pasar más pruebas de las planteadas inicialmente debido a la dinámica que se establece en las sesiones y las características individuales que se observan.
Por ello, no puede establecerse un tiempo pautado para la evaluación sino que debe ser un proceso adaptable y dinámico que no permite cálculo, puede completarse en 2 sesiones o en 10. Finalizará cuando se haya extraído toda la información y datos necesarios y se realiza un análisis de los mismos, para obtener un juicio diagnóstico claro y un Plan de Intervención Individual eficiente.
Es importante evitar evaluaciones o juicios diagnósticos rápidos o el inicio directo de la intervención con el peque. En poco tiempo es muy difícil obtener datos objetivos y estas metodologías de trabajo no ofrecen diagnósticos ni planes de intervención eficientes.